"La amanecida". Leo el cartel rojo, de chapa, gastado clavado en la tranquera de madera.
Entro y recorro el camino de conchilla blanca hasta llegar donde está él, esperándome.
No voy apurada, no corre el tiempo.
Sonrío. Nos sonreímos. Nos miramos a los ojos. Esos ojos azules, un azul único de una paleta de colores imaginaria.
Nos abrazamos fuerte, muy fuerte. Siento sus manos grandes en mi espalda. Su barba recién afeitada. Su espalda ancha que mis brazos largos alcanzan a apretar. Cierro los ojos, disfruto ese abrazo. Mucho lo disfruto porque sin una palabra, está todo dicho.
Caminamos por el parque, hay un viento leve que hace mecer a la copa de todos los árboles del bosque. Y también al árbol de mandarinas, que está alejado, solo, con hormigas pero siempre con alguna fruta.
Pasamos al costado del galpón húmedo, atravesamos el alambrado y seguimos caminando, abrazados.
Yo le cuento cosas. Hablo despacio, no tengo apuro.
Le cuento que me encantaría que conozca a mi sobrina, que no se imagina lo hermosa que es, que conozca mi casa, que le gustaría mucho el barrio, que aquel novio que él no entendía yo tampoco terminé de entenderlo y salí, que me volví a enamorar, que conozca a mi novio, que en momentos de indecisión me vendrían bien sus consejos, que me gustaría jugar al juego de las patentes un ratito y cantar "naranjo en flor" en el auto estacionado...
Llegamos al otro alambrado y nos despedimos hasta el próximo encuentro...en el que sin prisa volveré a abrir la tranquera y el estará esperándome con su pantalón gris y su buzo verde...ahí, cuando el caminito de conchilla blanca termina y empieza el parque...
(M)