lunes, 11 de octubre de 2010

La balanza asesina

Llega el día. Como llega cada fin de mes. No se respira el abismo común de los hospitales. Hay, más bien, una buenaondes con forma de panza, algún que otro chiquillo correteando por ahí y esa nube de hormonas y candidez que transpiran (amos) las embarazadas.

El control de rutina consiste en: toma de presión y peso. Trámite que se hace por enfermería. Procuro siempre ponerme ropa liviana, ir al baño antes, sacarme los zapatos, etc. No vaya a ser que se cuelen unos gramos de más, aptos para torturarme.

La balanza es imbatible: esa con pesitas que van y vienen y una plataformita rugosa con goma negra llena de talco y ansiedades.

Entro, le doy a la enfermera mi libretita, me saco accesorios y sonrío cuando me subo al aparatejo. Ella viene de atrás, clavo los ojos en la tablita con números. Y ahí, en ese momento empieza a sonar la musiquita de la escena de la ducha de Psicosis: la pesita se mueve a la derecha (es decir, sube) un poco más, y otro poco.

El equilibrio parece una utopía de otra galaxia. El mini bodoque plateado no muestra demasiada voluntad de juntarse con la otra pesita para, por fin, delatar cuántos kilos subí de un mes a otro. ¡¡Hitchcok y la rep!! ¡esa musiquitaaaaaaaa! - "2 kilos" - modula la enfermera. Y yo, estupefacta. Miro y remiro los numeritos para decirle a la señora que se equivocó, que no comí como loca, que 2 kilos es mucho. Me equivoco. Su sentencia es definitiva.

- "Levantate la manga y sentate acá que te tomo la presión"- me dice pinchando la burbuja musical de terror. Me bajo del aparato, cabeza gacha, atajando el reto inminente del obstetra, recapitulando: en 1 mes tomé 1 helado, 4 bombones, demasiadas galletitas, sí... ¡¡SNIF!!

La maternidad te tira en la cara algunos temitas no resueltos con vos misma. Me quedó claro. Es demasiado común escuchar a una embarazada decir: engordé demasiado, 12 kilos. Pero ¿qué hacer cuando te ataca el hambre desaforado? ¿por qué no darme un gustito después de caminar tan lenta como un ciempiés, de encontrar después de 1 hora la posición más cómoda para dormir, de aprender a maniobrar con la pancita que crece, ahí, tan profundamente linda? ¿Relativizar el reto obstétrico? ¿Pedir que en vez de decirme "gorda" me abrace? Me sale hablarle a Manuel: yo te voy a cuidar. Y siento que con eso basta.

(B)

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