jueves, 24 de enero de 2013

Desesperante

Estoy ahí, de golpe y sopetón.
Inmersa en un conversación que difícilmente se dirija a algún lugar que me interese.

Mi mundo interior empieza a desplegarse con ganas y ansias. Mi participación en el ya casi consolidado monólogo es mínima, se reduce a monosílabos y pequeños movimientos de cabeza.

Hasta que una idea irrumpe en mi mundo con fuerza: ¿esto puede durar indefinidamente? ¿esta charla en la que ya no quiero estar, en la que nunca quise estar, puede aún demorar 40 minutos más?
Sí, la respuesta es si. Pueden faltar más de 50 minutos para encontrar un hueco donde estirar un "bueeeeno" y huir gentilmente.

Y eso me desespera. Me empiezan a transpirar las manos. Hasta creo que me pongo colorada...

(M)

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